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LA SOLEDAD, ESA OTRA PANDEMIA


De cuando en cuando nos encontramos en los medios de comunicación la noticia que habla del hallazgo de una persona que llevaba varios días fallecida en su domicilio. La noticia nos invita a reflexionar sobre la soledad que afecta a muchas personas, sobre todo mayores. Está claro que no es lo mismo la soledad necesaria que la soledad impuesta, pero debemos reconocer con humildad que el individualismo exacerbado ha propiciado que las personas dejen de mirar más allá de su ombligo y se centren en ellas mismas. Esta dinámica vital no lleva a otra cosa que al aislacionismo y a olvidar que aunque no lo queramos, somos seres sociales y necesitamos de otros, y no solo para tener lo básico y para sobrevivir, sino para dar identidad, amor y sentido a nuestra propia existencia. Quizá la vacuna contra la soledad (una pandemia que lleva décadas incubándose) la tenemos ya desde hace muchos años: la familia y los amigos, en primer lugar. Pero también, es preciso que se consiga reforzar los radares vecinales, los centros de Atención Primaria, los centros cívicos y de día, los grupos parroquiales… Todos podemos y debemos estar atentos para que ninguna persona se encuentre sola.

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