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MIRAMOS EL FUTURO CON ESPERANZA

Muchos de nosotros hemos hecho, en los últimos meses, la experiencia de la fragilidad y de la provisionalidad. De repente nos hemos descubierto vulnerables. Un enemigo invisible ha modificado nuestro estilo de vida. Hábitos consolidados, encuentros cotidianos, costumbres enraizadas… han saltado por los aires. La fragilidad vivida ha dado paso a la provisionalidad, quitándonos la capacidad de proyectar a medio y largo plazo e impidiéndonos percibir el horizonte.

Entiendo que comenzar el curso con incertidumbre y preocupación es difícil y puede resultar incluso desmotivador. Pero no olvidemos que es también tiempo de salvación y gracia. No estamos solos. El Señor Jesús está en la misma barca. Podemos entregarle nuestros temores, para que los venza. Y el Espíritu agudizará nuestra creatividad para que sigamos anunciando con entusiasmo el Evangelio.

Podemos caminar hacia el futuro abriéndonos a la esperanza, porque esta no es un pío deseo, sino la certeza de que Dios nos sostiene en su mano y no nos abandona. Desde aquí es posible mirar al futuro con ojos nuevos, con esperanza.

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