JUEVES SANTO
1.1. Punto de partida: buscar la reconciliación con personas con las que tenemos conflictos importantes.
1.2. Contemplación de la Palabra:
Concentrarnos en la Eucaristía, «fuente y cima de la vida cristiana»
El lavatorio de los pies simboliza la entrega de Jesús “siervo” en favor de todos y cada uno de los hombres, de todos y cada uno de los miembros de esta Comunidad. Pero sólo es real cuando se convierte en “sacramento”, en signo eficaz de una comunidad de personas que deciden amarse y dar sentido a su vida desde el amor.
La Eucaristía nos reúne para dar gracias a Dios Padre por todos sus beneficios, especialmente el don de Jesús y su Evangelio; pero el verdadero culto a Dios, «en Espíritu y verdad» no está en ir a misa todos los días, sino en la entrega a la voluntad de Dios Padre, manifestada cada día en la vida ordinaria.
¿Cómo agradecer el don de la Eucaristía? Probablemente, como nos ocurre con todos los regalos de Dios, somos incapaces de agradecerlos porque nos parecen normales y, lo peor de todo es que los vivimos como obligaciones.
1.3. Vida:
Conviene plantearnos la cuestión del amor en nuestras vidas de forma más radical:
Modelo insuperable del amor en nuestras vidas: Jesús. Mandato: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”.
Nos cuesta situar el amor en la realidad porque lo vivimos más como deseo ideal que como proceso en la vida real: el amor nos estimula a ser radicales; pero, cuando nos ponemos a amar en la vida diaria, nos vemos impotentes o muy frágiles. Entonces nos sentimos culpables y, de esa forma, nos justificamos para no amar.
El amor se aprende amando.
Cuando celebres la Eucaristía y, antes de la comunión, saludes con la paz a tu vecino de banco, que no sea un gesto que toca hacer, sino apertura de corazón que comparte.
Que cuando escuches las noticias no te quedes en buenas intenciones. Tú tienes un puesto en este mundo y tu misión principal, única, es poner tu granito de amor.
Recuerda a las personas con las que pasas mucho tiempo (familia, trabajo, parroquia). Si quieres aprender a amar no pienses en quererlas como a las otras (el amor cristiano no se alimenta de simpatía), sino de detalles significativos (algo tan simple como mirar a esa persona con otra actitud).
Si tienes responsabilidades colectivas (en el trabajo, en una asociación, en un partido político, en la comunidad parroquial), tu amor pasa por una jerarquía de valores donde la persona está por encima de las ideas o ideologías; por la justicia no sólo en los fines, sino también en los medios.
Pero el amor en este mundo siempre es relativo. La radicalidad del amor está en amar todos los días, no tanto en lograr que me amen a mí.