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DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS

El pasado día 26 de enero, celebramos el Domingo de la Palabra de Dios, tal como el Papa Francisco había pedido.

Para preparar este día, el viernes 24 de enero tuvimos una Charla – Coloquio sobre “La Palabra de Dios en la vida del creyente”, que fue impartida por D. José Ignacio Blanco, sacerdote de nuestra parroquia.

Empezamos con un texto de la carta a los Hebreos para ponernos en presencia y prepararnos para escuchar esta charla. Estuvimos unas 50 personas de la parroquia.

Destacamos algunos puntos de la charla:

Nuestra sociedad, especialmente en Europa y España, ha dado un giro antropocéntrico en relación y en la relación con Dios. Hasta hace 50 años, Dios era evidente en nuestra sociedad y Él era el centro junto a su mediación en el mundo que es la Iglesia. En la actualidad, se ha desplazado el centro, pasando el hombre a ocupar el lugar de Dios, de tal forma que todo aquello que proceda de Dios, pero no humanice al ser humano, es rechazado.

Desde la humanidad de Jesús, acceder a la divinidad y de aquí a la Trinidad.

Hay que hacer una lectura de la Palabra de Dios que arranque de las experiencias humanas. En el capítulo 16 del libro del Éxodo aparecen cuatro términos claves para este tipo de lectura y, por ello, de mediación en la relación con Dios: necesidad, ley, deseo y fe.

Claves de densidad antropológica: la dialéctica de la experiencia: necesidad, deseo, ley, fe. El hombre es necesidad (comer), pero también es deseo (La Biblia nos enseña a aplazar el deseo. En el origen de la vida está la fe, la esperanza y el amor). Necesidad y deseo, que si no están sometidos a la ley, son insaciables, y nos impiden alcanzar nuestra propia verdad

¿Cómo este texto enlaza estas claves: necesidad, ley, deseo, fe?

Necesidad: las personas somos indigentes, tenemos una serie de necesidades y necesitamos satisfacerlas. Cuando se distingue entre necesidad y deseo, la necesidad hace referencia a la gratificación inmediata. Sin aplazamiento de la gratificación, no hay forma de madurar.

Es decir, necesidad y deseo necesitan una ley. Hay que educar en la verdad a la necesidad y al deseo. En vez de leyes hoy preferimos hablar de valores, hoy la ley nos suscita una autoridad externa.

En Israel es el Señor el que tiene autoridad, quien establece la ley, el mandato, y quien exige obediencia. Todo ello vivido desde la fe. Autoridad desde el amor de Dios, del Padre, hay que distinguir entre la autoridad del amor y la de la sumisión.

Desgranamos el Capítulo 16 del éxodo

vv. 1-3: Israel en camino. Se desata la crisis, provocada por el hambre. Frustración. Falta de fe en Dios, cuando no nos gratifica como quisiéramos de manera inmediata. Para Israel un Dios que no gratifica inmediatamente, que no soluciona nuestras necesidades, no es un Dios digno de confianza. Consecuencia Israel se separa, sueña con su pasado (regresión).

Primera reacción del proceso: frustración y regresión. Éste es el esquema habitual en que nos movemos los humanos: necesidades, confianza, si alguien no nos responde, sentimos frustración, y queremos volver atrás. Camino... y vuelta.

vv. 4-12: Dios comienza a hablar. Importancia absolutamente clave de la Palabra. Para vivir una relación de libertad, o una historia que crea vinculación con Dios, es necesario que Él tenga la palabra.

Las funciones de esta Palabra son: en primer lugar, ensancha el horizonte de la promesa y del deseo hacia el futuro. No hay educación sin frustración de la necesidad ensanchando el deseo. Esa función la hace la Palabra que promete.

Esta autoridad de la Palabra es fundamental porque crea confianza y relación. Dios no se queda ahí, sino que le hace crecer educándole el deseo mediante la ley. Educa con la Palabra ensanchando el horizonte (promesa).

Hay que proyectar en Dios las necesidades de ser querido. Es fundamental que Dios eduque el deseo a través de la ley, es decir, que Dios se afirme como el Otro distinto de mí, como alteridad.

Dios educa a través de la ley afirmando su alteridad, su libertad, su autoridad. No se puede disponer de Él.

Las dos leyes del texto: Sobriedad y solidaridad.

Dios se afirma como el totalmente Otro, como el que tiene la última palabra: en esa dialéctica necesidad – deseo – ley, Israel va descubriendo y aceptando la soberanía de Dios: Él es el Señor de la historia. Esta dinámica se produce a través de la Palabra.

vv. 13-19: Dios realiza el signo de la salvación. El don es real, Dios ha respondido a las necesidades, pero esas necesidades tienen que ser vividas dentro de la sobriedad y la solidaridad. Pero, sobre todo, Dios deja claro que la realización de la salvación y la satisfacción de sus deseos hay que recibirlas como don.

El deseo es realizado, puede ser vivido, gozado, a condición de que sea vivido como don, es decir, según te lo da Dios.

Dios me da todo libremente y por amor gratuito.

vv. 20-31: aparece el pecado. Esta dinámica necesidad – deseo – ley – fe está continuamente amenazada por el pecado de la apropiación: Este pecado deteriora la relación con Dios.

vv. 32-36: la conclusión: El horizonte de la promesa es la fidelidad de Dios.

Los conflictos con Dios, lo resolveremos viviéndolos en relación con Él. Todo el texto tiene como trasfondo la fidelidad de Dios. Israel sabe que esta experiencia del desierto es un signo de un futuro: la tierra prometida. Siempre hay un más. La dinámica del camino es realización de las promesas de Dios, pero que siempre van más allá de esa realización. Dios ofrece un futuro con promesas mayores.

LO IMPORTANTE LEER LA PALABRA DE DIOS.

El domingo, 26 de enero en todas las eucaristías estuvo presente la Palabra y se hicieron gestos en los que el Evangelio (la Palabra) estaba en lugar destacado.

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